Poco a poco nos damos cuenta en el C.B. Marchena lo importante que es la educación a través del deporte y de la función tan esencial que ejercen los entrenadores. Es a estos entrenadores a los que debemos pedir un esfuerzo de coherencia entre el mensaje educativo que transmiten y sus acciones en los entrenamientos y los partidos. Añado en este punto la transcendencia e importancia que aquí debe desempeñar el club, responsable de la elección y formación de los entrenadores que trabajan con los jugadores en edades de formación. Es fundamental que los clubes mantengan una coherencia entre lo que piden a sus entrenadores y cómo valoran su trabajo.
“Lo prioritario en el Mini no es ganar, sino estar con los amigos y aprender”.
Considero que la educación táctica y competitiva tiene que ser progresiva y lógica en la evolución del jugador por las categorías de cantera. Por consecuencia, igual de progresiva tiene que ser la exigencia de resultados.
Puede pasar que en algunas ocasiones los clubes promocionen a aquellos entrenadores que han conseguido títulos con los equipos de formación, pero raramente he visto a un instructor transformarse en un gran entrenador “sobre la piel” de sus propios jugadores. Indudablemente ganar no es malo. Sí lo es si se logra de una forma especulativa, acudiendo, por ejemplo, extremando la sistematización de los ataques. Esa conducta puede ayudar a ganar un partido, pero no impulsa la consagración del técnico como un entrenador de alto nivel. A los entrenadores que trabajáis con equipos de formación os ánimo a ser equilibrados, eligiendo adecuadamente los instrumentos que os ayuden a competir sin desviaros de la línea de coherencia y del objetivo de una progresión adecuada de los jóvenes valores.
LOS PADRES SEGÚN EL ENTRENADOR
Hablo ahora del papel que desempeñan los padres desde el punto de vista del entrenador. No me parece que el papel paterno y materno se circunscriba a ser el de meros espectadores. Los hijos reclaman de los padres un seguimiento discreto, alejado de los “espectáculos” que algunos ofrecen desde la grada. Los padres deben interesarse por su hijo deportista, animar al equipo e incluso celebrar los pequeños éxitos.
Si yo fuera el entrenador de ese equipo de formación, reclamaría a los padres que arropen a sus hijos y que colaboren con nosotros en crear un buen deportista en un deporte de equipo. El cariño y el apoyo de los padres resultan fundamentales y se complementan con la labor que desempeña el entrenador, pero para ello se debe predicar con el ejemplo.
La confusión no puede desconcertar al jugador. Los mensajes de los padres y del entrenador deben concordar y la vía educativa puede tener dos canales que confluyan en una misma línea. El clima positivo debe rodear el entorno del niño.
Se organizaron cursos dirigidos a los padres y se mejoraron las relaciones con ellos. Animo a todos los clubes a trabajar en este sentido e incluso recomiendo a los entrenadores que organicen una serie de reuniones con los padres de sus chavales en las que se les expliquen las claves de este trabajo y la coordinación en los mensajes que los niños reciben por parte de su entrenador y los que le llegan desde el entorno familiar.
EL ENTRENADOR SEGÚN LOS PADRES
Como al comienzo de este escrito os comentaba, la reflexión que desarrollo en el blog la efectúo tanto desde el punto de vista de los padre y del entrenador. Construyo ahora estos comentarios en versión padre. Mis dos hijos practican ocasionalmente cuatro o cinco deportes, pero a la hora de definir su propia pasión al niño le gusta el baloncesto y la niña se decanta por el baile. Mi papel de padre me impulsa a no forzar la práctica de alguna disciplina, animándoles a seguir con todo lo que les atrae sin impedir que manifiesten sus preferencias.
Creo que podemos estar legitimados a exigir seriedad, puntualidad, higiene, educación… En definitiva, el respeto por los múltiples valores que son inherentes a la práctica deportiva y que apuntalan la formación integral de la persona.
Teniendo conocimiento de baloncesto, me interesa controlar –sin alejarme de la objetividad- que el niño sea uno más del grupo y que reciba un trato equitativo respecto al resto de compañeros. Si tuviera la sensación de que no fuera así, intentaría descubrirlo desde el diálogo directo con el entrenador, evitando los comentarios con el niño antes de saber lo que pasa.
Otro de los aspectos que me interesa conocer es si en los entrenamientos se trabaja en una dirección coherente con lo que se considera la correcta progresión y evolución –no utilización- del jugador. Por ejemplo, me preocuparía que en los ejercicios de fundamentos individuales se trabajen por igual ambas manos y también que se enseñe a utilizar el pivote con ambos pies. No creo que comentar estos aspectos sea extralimitarme en mi función como entrenador sino ofrecer una contribución positiva, manteniendo como último recurso integrar lo que le niño practica con su equipo jugando-entrenando a solas con él.
Considero que la educación táctica y competitiva tiene que ser progresiva y lógica en la evolución del jugador por las categorías de cantera. Por consecuencia, igual de progresiva tiene que ser la exigencia de resultados.
Puede pasar que en algunas ocasiones los clubes promocionen a aquellos entrenadores que han conseguido títulos con los equipos de formación, pero raramente he visto a un instructor transformarse en un gran entrenador “sobre la piel” de sus propios jugadores. Indudablemente ganar no es malo. Sí lo es si se logra de una forma especulativa, acudiendo, por ejemplo, extremando la sistematización de los ataques. Esa conducta puede ayudar a ganar un partido, pero no impulsa la consagración del técnico como un entrenador de alto nivel. A los entrenadores que trabajáis con equipos de formación os ánimo a ser equilibrados, eligiendo adecuadamente los instrumentos que os ayuden a competir sin desviaros de la línea de coherencia y del objetivo de una progresión adecuada de los jóvenes valores.
LOS PADRES SEGÚN EL ENTRENADOR
Hablo ahora del papel que desempeñan los padres desde el punto de vista del entrenador. No me parece que el papel paterno y materno se circunscriba a ser el de meros espectadores. Los hijos reclaman de los padres un seguimiento discreto, alejado de los “espectáculos” que algunos ofrecen desde la grada. Los padres deben interesarse por su hijo deportista, animar al equipo e incluso celebrar los pequeños éxitos.
Si yo fuera el entrenador de ese equipo de formación, reclamaría a los padres que arropen a sus hijos y que colaboren con nosotros en crear un buen deportista en un deporte de equipo. El cariño y el apoyo de los padres resultan fundamentales y se complementan con la labor que desempeña el entrenador, pero para ello se debe predicar con el ejemplo.
La confusión no puede desconcertar al jugador. Los mensajes de los padres y del entrenador deben concordar y la vía educativa puede tener dos canales que confluyan en una misma línea. El clima positivo debe rodear el entorno del niño.
Se organizaron cursos dirigidos a los padres y se mejoraron las relaciones con ellos. Animo a todos los clubes a trabajar en este sentido e incluso recomiendo a los entrenadores que organicen una serie de reuniones con los padres de sus chavales en las que se les expliquen las claves de este trabajo y la coordinación en los mensajes que los niños reciben por parte de su entrenador y los que le llegan desde el entorno familiar.
EL ENTRENADOR SEGÚN LOS PADRES
Como al comienzo de este escrito os comentaba, la reflexión que desarrollo en el blog la efectúo tanto desde el punto de vista de los padre y del entrenador. Construyo ahora estos comentarios en versión padre. Mis dos hijos practican ocasionalmente cuatro o cinco deportes, pero a la hora de definir su propia pasión al niño le gusta el baloncesto y la niña se decanta por el baile. Mi papel de padre me impulsa a no forzar la práctica de alguna disciplina, animándoles a seguir con todo lo que les atrae sin impedir que manifiesten sus preferencias.
Creo que podemos estar legitimados a exigir seriedad, puntualidad, higiene, educación… En definitiva, el respeto por los múltiples valores que son inherentes a la práctica deportiva y que apuntalan la formación integral de la persona.
Teniendo conocimiento de baloncesto, me interesa controlar –sin alejarme de la objetividad- que el niño sea uno más del grupo y que reciba un trato equitativo respecto al resto de compañeros. Si tuviera la sensación de que no fuera así, intentaría descubrirlo desde el diálogo directo con el entrenador, evitando los comentarios con el niño antes de saber lo que pasa.
Otro de los aspectos que me interesa conocer es si en los entrenamientos se trabaja en una dirección coherente con lo que se considera la correcta progresión y evolución –no utilización- del jugador. Por ejemplo, me preocuparía que en los ejercicios de fundamentos individuales se trabajen por igual ambas manos y también que se enseñe a utilizar el pivote con ambos pies. No creo que comentar estos aspectos sea extralimitarme en mi función como entrenador sino ofrecer una contribución positiva, manteniendo como último recurso integrar lo que le niño practica con su equipo jugando-entrenando a solas con él.
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